miércoles, 16 de diciembre de 2015

Cambios para tener una Vida Sustentable...

Cómo tener una vida sustentable

Lamparitas: las compactas y las LED consumen menos y duran más. (Emmanuel Fernández)

Tres dimensiones.

Se trata de disminuir los gases de efecto invernadero que van a la atmósfera.
Y de bajar el consumo ahora que suben las tarifas.

Por Miguel Jurado

Creo que todo comenzó cuando mi mujer decidió salvar el planeta.


Sí, tal cual, al principio parecía como que estaba haciendo pequeños ajustes a nuestra vida cotidiana como parte de una manía o una moda pasajera. Empezó con eso de separar la basura entre orgánica y reciclable, dejó de aceptar bolsitas en el súper y se negó a comprar bebidas que vinieran en botellas descartables.

Hasta ahí, todo bien, inclusive aplaudí su decisión de controlar el consumo de electricidad y de gas.
Me parecía que era una buena medida para anticiparse al quite de subsidios.

Me di cuenta de que la cosa se ponía seria al poco tiempo, cuando una mañana, antes de desayunar, me dio una clase teórica sobre la huella de carbono, el efecto invernadero y el calentamiento global.

Que todo el mundo produce una enorme cantidad de gases de efecto invernadero, que tendríamos que reducirlos, que es solo una cuestión de actitud y responsabilidad con el planeta que le vamos a dejar a nuestros hijos, que pin, que pan, que pun, el asunto es que ahí nomás me puso frente a la computadora para medir mi huella de carbono.

Fijate que la huella de carbono es la suma de todos los gases de efecto invernadero que producimos en forma directa o indirectamente mediante las cosas que consumimos y nuestras actividades. Ojo, también las cosas tienen su huella de carbono que es la suma de la contaminación que genera fabricarlas y transportarlas.

El asunto es que mi esposa tenía bien ubicada una página que te recontra escracha si estas llenando de dióxido de carbono el planeta. Frente al programa, mi media naranja repasó cada uno de mis hábitos diarios, desde si me ducho o tomo baños de inmersión, hasta si voy al trabajo en auto o en colectivo, pasando por la electricidad que consumo en casas y lo que como, cómo lo como y dónde lo como.

El resultado fue de-sas-tro-so. Según ese programita, mi huella de carbono es tan alta que pasé de ser un papá cariñoso y atento a convertirme en un monstruo, uno de los grandes responsables de hacerle pelota el planeta a mis hijos.

Te darás cuenta que frente a semejante acusación decidí cambiar de costumbres y le encomendé el manejo de mi vida a mi esposa (grave error). Por suerte, el primer paso para bajar mi huella de carbono ya lo había dado ella en casa.

Además de lo que ya te conté (lo de las bolsas de plástico, los envases retornables y separar la basura), mi mujer dejó de comprar servilletas de papel y pasó a las de tela, como las que usaba mi mamá. Y dio algunos otros pasos más sofisticados: dejó de usar productos de limpieza con productos químicos nocivos y los reemplazó por cosas naturales, como el vinagre para los vidrios.

Por otro lado, nos prohibió usar el aire acondicionado en casa y puso toldos para que el sol no dé directo en las ventanas. Ya cambió todas las bombitas por lámparas fluorescentes compactas que duran 10 veces más y consumen 10 veces menos (ahora está pensando en las LED que duran 30 mil horas).

Una cosa que enseguida entendió mi esposa es que la heladera y el congelador son los mayores consumidores de energía eléctrica de la casa: controla que no estén trabajando de más y nos tiene advertidos de que hay que pensar qué vamos a sacar antes de abrir el refrigerador, para tenerlo abierto la menor cantidad de tiempo posible.

Y no te cuento del termotanque; en casa ya no se mezcla agua fría y caliente, la temperatura tiene que estar calibrada antes de entrar a la ducha; y está pensando en un calefón solar.

Para el invierno, ya tiene todo un plan para aprovechar el calor del sol, vivir abrigados dentro de la casa y evitar las fugas de temperatura por vidrios y hendijas.

Hasta ahí, todo bien, el problema es que como el cálculo de nuestra huella de carbono no bajaba, empezó a probar cosas más complicadas: creo un compost en el patio, con hojas secas al que le agrega algunos desperdicios orgánicos, está pensando en recoger agua de lluvia y en reciclar la que sale del lavarropas para usarla en el inodoro. “Es absurdo usar agua potable”, afirma.

Ahora empezó a meterse en los usos y costumbres de mi trabajo. Ya me recomendó, antes de imprimir un documento, pensar si es necesario hacerlo o voy a terminar tirándolo antes de que pase un día.

Ayer, cuando estaba por salir para el trabajo me preguntó en qué iba. Me dio miedo y le dije que viajaría en colectivo. Me recomendó el subte: “Es eléctrico”, dijo. Después me miró en silencio y aconsejó:
“¿Y si mejor vas en bici?” . Nos estamos poniendo demasiado sustentables. fuente

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